Cantaba una canción,
y te llamaba con el aliento de mi voz,
oía una canción
y te recordaba,
pensaba en ti
y suspiraba,
oía tu nombre y me resbalaba por tu piel
buscando el corazón para robarlo.
Lo encontré pleno de felicidad
y me fui a bailar penas
por los campos del olvido,
donde el sol ríe en los charcos
mientras siembra plumas en el aire
nevando los campos de amor.
Y allí me quedé a vivir
en su paisaje blanco,
serena y enamorada de la vida,
donde todo llega, y nada pasa,
nada más que el tiempo
abriendo poros en la tierra.